Entre las enfermedades más graves que afectan a los órganos sexuales está el cáncer. En los hombres, uno de los tumores más comunes en los órganos sexuales masculinos es el de próstata. Este tipo de cáncer se produce cuando las células prostáticas sufren una mutación y comienzan a reproducirse de forma descontrolada. Además, al igual que en otro tipo de tumores, estas células cancerígenas pueden propagarse al resto del cuerpo causando metástasis.

La próstata es un órgano exclusivamente masculino. Se trata de una glándula que está situada en el aparato genital del hombre entre la salida de la vejiga y el recto. Tiene el tamaño y la forma de una nuez, y se encarga de formar el líquido seminal que ejerce la función de proteger a los espermatozoides y
nutrirlos.

Uno de los principales problemas a la hora de detectar el cáncer de próstata es que en su etapa inicial es prácticamente asintomático. Sin embargo, existen ciertos síntomas que nos pueden poner en alerta. Uno de ellos, quizás de los más conocidos es la incontinencia urinaria, o por la disminución del flujo urinario a la hora de excretar. Sin embargo, este hecho puede ser síntoma de otras enfermedades que no son cancerígenas, por ejemplo la hiperplasia prostática benigna.

Cuando el cáncer de próstata se encuentra en un avanzado estado, pueden empezar a aparecer otras señales, como sangre en la orina, o en el semen, e incluso dificultades pronunciadas a la hora de conseguir una erección.

La primera metástasis que suele darse en los enfermos de cáncer de próstata aparece en los huesos. Ese avance del cáncer sí que va provocando síntomas dolorosos en las caderas, al espalda o las costillas por ejemplo. A veces cuando la metástasis presiona nervios y médula ósea lo que hace que se produzca un adormecimiento de extremidades, así como pinzamientos dolorosos.

Los tumores hacen que la próstata se agrande y tome una consistencia bastante dura. El problema es que ese cambio morfológico solo es apreciable con un tacto rectal, y los hombres, a diferencia de las mujeres, no suelen acudir a revisiones periódicas de sus genitales.

Hay tres maneras de detectar este tipo de tumor: analítica de sangre, ecografía y tacto rectal.

Los detonantes sanguíneos de la presencia de cáncer de próstata son el Antígeno de Cáncer de Próstata-2 y el Antígeno Prostático Específico. Ambos son sustancias proteicas presentes en el plasma sanguíneo de los hombres que han desarrollado un tumor cancerígeno en la próstata.

En cuanto al tacto rectal, es muy importante hacerlo con cierta regularidad, una vez al año aconsejadamente, para comprobar que el tamaño de la próstata es el normal y que su consistencia y textura no ha cambiado, ya que en el caso contrario es síntoma de que algo no va bien.

La ecografía por su parte, ayudará a confirmar el diagnóstico, mediante una imagen clara del tumor.

Al igual que en otros tipos de cáncer, los tratamientos se basan en cirugía, quimioterapia y radioterapia. Además, en el caso del cáncer protático, además se suele añadir la terapia hormonal androgénico y criocirugía.

Sin embargo, el tratamiento dependerá mucho de la edad del paciente, de si tiene síntomas o no, e incluso de la fase o estadio en la que se encuentre el cáncer.

En personas mayores a las que se les detecta este tipo de cáncer en un estadio 1 (personas mayores de 80 años), se suele llevar una conducta expectante, controlando que el cáncer no avance, pero evitando a los pacientes de avanzada edad, los efectos secundarios de una quimioterapia o una radioterapia, que pueden ser más dolorosos que el propio tumor de próstata, que en hombres de avanzada edad, evolucionan muy lentamente o apenas avanzan.

Al cumplir los 40 años, cualquier hombre pasa a formar parte del grupo con riesgo de padecer cáncer de próstata. La raza o etnia también influye. Los hombres de raza negro son los más propensos a padecerlo.

También influyen los genes, es decir, los antecedentes familiares. Y como en otro tipo de enfermedades, la alimentación también influye, así como la obesidad. El tabaquismo y la vida sedentaria, también aumentan la predisposición a padecerlo.

En cuanto a hábitos sexuales, las enfermedades de transmisión sexual también aumentan el riesgo. Y la vasectomía de igual manera crea predisposición.