El hermafroditismo, hoy denominado intersexualidad, es un trastorno del desarrollo sexual por el que el sujeto que lo padece posee genitales internos y externos de sexos diferentes o ambiguos. El nombre proviene del mito griego del hijo de Hermes y Afrodita, que, mientras se bañaban juntos, suplicó a los dioses que la fundieran con él y quedaron unidos en un solo cuerpo.

Existen varios tipos de intersexualidad. En el primero de ellos, denominado “46, XX”, aunque la persona tiene los cromosomas y genitales internos (ovarios, útero y trompas de Falopio) de una mujer, sus genitales externos tienen
apariencia masculina: el clítoris se transforma en un pene. Las causas muchas veces son desconocidas, aunque uno de los factores que más influyen en este trastorno es la hiperplasia suprarrenal congénita, que provoca en el cuerpo la producción de más andrógenos (hormona sexual masculina) y afecta a uno de cada entre 10.000 y 18.000 niños. Otras explicaciones que se dan a la aparición de esta alteración en el desarrollo sexual es el consumo de hormonas masculinas por parte de la madre durante el embarazo, los tumores ováricos y la deficiencia de la enzima aromatasa, que convierte las hormonas masculinas en femeninas.

Otro de los tipos de intersexualidad es el denominado “46, XY”. En este caso, los cromosomas corresponden a un hombre pero los genitales externos son ambiguos (no pueden atribuirse claramente a ningún sexo) o claramente femeninos. Entre las causas posibles de este trastorno, figuran los problemas en la formación de los testículos y de la testosterona, la deficiencia en la enzima 5-alfa-reductasa, así como la hiperplasia suprarrenal congénita que veíamos también en el caso del trastorno “46, XX”. Sin embargo, la causa más común de este tipo de intersexualidad es el síndrome de “feminización testicular”, provocado por una malformación de los receptores para las hormonas masculinas.

El hermafroditismo clásico que todos conocemos es la intersexualidad gonadal verdadera, en la que el sujeto posee al mismo tiempo tejido ovárico y testicular, ya sea en una misma gónada o en forma de un ovario y un testículo. Los cromosomas pueden ser tanto masculinos como femeninos. Es el tipo de intersexualidad de orígenes más desconocidos y con menos casos reconocidos en todo el mundo.

Tanto los síntomas como la apariencia externa de los genitales pueden ir variando a lo largo de la vida de la persona, por lo que los padres y el propio sujeto deberán estar muy atentos a su desarrollo. Especialmente en la pubertad, donde se detectan la mayoría de los casos.

En general, la intersexualidad se asocia a signos externos como la ambigüedad de los genitales, los micropenes, un clítoris desproporcionadamente grande, fusión de los labios vaginales, testículos no descendidos en el caso de los niños, desarrollo anormal en la pubertad y niveles hormonales atípicos.

Puesto que se trata exclusivamente de un trastorno del desarrollo sexual, el hermafroditismo no afecta a ninguna otra faceta del ser humano, como la social, la afectiva o la emocional. Por tanto, los padres y personas cercanas deben tratar de entender los cambios físicos y hormonales que irán sucediéndose en el sujeto afectado, sin prejuzgar ni intentar asignar de forma inamovible un sexo que quizás no se corresponda con lo que esa persona sienta en el futuro. Escuchar y dejarle decidir siempre que sea posible es la mejor opción.

Frente a la temprana operación de los genitales que se practicaba en el pasado para darle la apariencia “decidida” por los padres, los expertos recomiendan actualmente tener en cuenta todos los factores (neuronales, hormonales, psicológicos, etc.) que pueden influir en la identidad sexual, practicando la operación quirúrgica lo más tarde posible para que sea el propio individuo el que tome la decisión.

Por lo general, las personas intersexuales con órganos de ambos sexos no pueden reproducirse de las dos formas ni producir óvulos y espermatozoides al mismo tiempo, algo que sí ocurre en algunas especies animales hermafroditas.

La familia del niño intersexual deberá decidir sí aplicar el tratamiento hormonal sustitutivo, dando tiempo al propio niño para elegir su sexo, o la cirugía, con la que se puede resolver el problema de raíz o provocar futuros trastornos psicológicos en caso de errar en la elección.

Según indican los sexólogos, las personas intersexuales presentan unos niveles normales de excitación y alcanzan sin problemas el orgasmo, una vez que tienen claro cuál es el género que les atrae, un proceso que a veces puede durar años.